Excursión Parroquial a la Peña de Francia, 1 de mayo del 2017

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El día uno de mayo amaneció espléndido, de primavera, y nos lanzó a la Sierra impulsados por aquella sana costumbre de ir a la excursión parroquial cada año, pero también por la insistencia del Papa Francisco, de que salgamos de las sacristías a las afueras, y ¿pude haber algo ‘más afuera’ para los de Santa Marta después de los marginados, que la ruta turística de la Sierra?

Bien, pues tan solo con un cuarto de hora de retraso según el horario establecido por la autoridad eclesiástica competente y a causa de un moroso que no pilló taxi a tiempo para integrarse a la expedición, se pone en marcha nuestro autocar, que en todo momento fue seguido por el párroco velando la marcha de nuestro autocar, que a primeras horas de la mañana marcha veloz porque los serranos aún duermen al ser día sin obligaciones.

En una hora vamos dejando atrás Aldeatejada y Vecinos hasta que, pasando discretamente por Linares de Riofrio y Santibáñez de la Sierra, nos detuvimos en Miranda del Castañar donde, guiados por una persona de la Concejalía de Cultura, nos fue llevando por la calle Recta, aunque nunca lo fue, y pudimos admirar balconadas y fachadas de casas de nobles familias en otro tiempo, y aquellas calles estrechas y empinadas, en las que llegan a sobreponerse los tejados de uno y otro lado.

Después nos encaminamos hacia la parte baja del pueblo para entrar en la Iglesia ya restaurada que conserva alguna obra de arte, gracias a Dios en un entorno digno, hasta finalizar nuestro recorrido, pero no sin antes bajar a la cueva, museo privado, al que no le prestamos la debida atención. Después del recorrido por el pueblo alguien afirmó que Miranda del Castañar tiene poco que envidiar a La Alberca, aunque ésta haya sido más promocionada como pueblo turístico.

Aprovechamos tanto el tiempo en Miranda, que no lo tuvimos ni para tomar un café, cosa que sí pudimos hacer detenidamente en la Alberca, ya conocida por la mayor parte de la feligresía.

No hemos de pasar por alto los oportunos adelantos informativos hechos por Arcadio y Eloy; el primero por su previa preparación y vasta cultura como profesor de filosofía, además de su conocimiento de la zona que le vio nacer; el segundo, por haber pasado una decena de años como maestro de escuela en la Alberca, y fue así como llegó el momento de partir para el merendero, donde íbamos a compartir nuestras viandas en clima de hermandad y buen yantar.

Después de la frugal y campera comida, en la que no podían faltar las tortillas, sobresalió la solidaridad en el compartir, al pasar de mesa en mesa para probar y picar de lo que cada uno había metido en su tartera, partimos hacia la Peña de Francia.

Ya en el autobús, nos fueron sacando del sopor de la siesta, la información de nuestros dos guías surgidos de la comitiva, que con sus conocimientos sobre la zona y la historia de la Virgen de la Peña, nos motivaron para subir sin miedo bordeando precipicios, hasta llegar a la cumbre; también se hizo más llevadera y confiada la subida, al cantar por dos veces aquellos tradicionales versos a la Virgen de la Peña, “A la hora de los maitines, durmiose en Francia Simón, … siete años tardó el buen fraile la peña en buscar, pero al fin quiso Dios que en España la fuera a encontrar, … a tu peña he de subir, clavel de la tierra charra, pues no me quiero morir sin verte otra vez la cara”.

Y ¡qué mejor excursión que la que va finalizando en las alturas y a los pies de la Virgen de la Peña de Francia, unidos en comunidad de hermanos, celebrando el sacramento de la unidad, la Eucaristía¡

Solo nos quedó bajar cantando antes de regresar a casa, aquel paso doble de la virgen de la Peña de Francia, repitiendo con el estribillo: “Virgen de la Peña de Francia, morena de sol y viento, yo te ofrezco el clavel rojo de mi capote entreabierto”.

                                                                                                         Rodolfo