Preparando la Fiesta de la Humanidad

Artículo para Navesam   PREPARANDO LA FIESTA DE LA HUMANIDAD

Estamos en Adviento… a las puertas de terminar un año y comenzar otro año nuevo o mejor aún una época nueva de la historia y esas puertas son las que el Papa Francisco ha abierto para inaugurar el Jubileo de la Misericordia. Estamos en el Adviento de la historia inaugurando un tiempo de muchos cambios que tantas veces nos inquietan porque no se sabe a dónde nos van a llevar pero también un tiempo en el que precisamente por vivir en un mundo en cambio es posible soñar con la realización de un mundo mejor.

El Adviento es tiempo de esperanza y en él nos preparamos para celebrar con gozo y alegría la gran fiesta de la Navidad. Una fiesta que celebra todo el mundo, incluso los que no son cristianos porque es la fiesta de la humanidad. Y cuando digo humanidad no me refiero solo al conjunto de todos los seres humanos sino a la condición del ser humano, a la grandeza, a la hermosura y a la ternura del ser humano. La humanidad es esa cualidad que está igualmente presente en el hombre más grande y fuerte y en un bebé, en la persona más rica y poderosa y en la más pobre y débil creatura, en los hijos de las grandes familias europeas y en los hijos de las familias de oriente medio. Es la misma humanidad que hace más de 2000 años algunos pudieron contemplar en aquel recién nacido en un pesebre cerca de lo que hoy conocemos como Siria.

La Navidad es siempre una gran oportunidad para celebrar esa condición humana que nos hace reconocernos unos a otros con la misma dignidad y nos hermana. De hecho decimos que una persona es muy humana cuando es capaz de reconocer la humanidad de otros y no es insensible ante el dolor ajeno sino que se compadece y se abaja para cuidar al que está postrado. Las “personas humanas” son las que sienten en su propia carne el sufrimiento de los otros y no pueden pasar de largo ante la vulnerabilidad de quien no puede vivir según su dignidad. La Navidad es la fiesta de esa humanidad: de la humanidad que comparten los hermanos que siendo de diferente condición social, económica, cultural, étnica o de diferente confesión religiosa se ayudan, se sostienen y se cuidan con amor. Solo así podemos inaugurar el Año de la Misericordia.

Sin embargo es curioso que nos hayamos acostumbrado a utilizar expresiones como esa de las “personas humanas” siendo que es obviamente redundante. Tendría que ser suficiente con hablar de las “personas” pero habitualmente nos vemos obligados a especificar que hay algunas personas “más humanas” que otras e incluso que hay personas “humanas” y personas “inhumanas”. Lo cual resulta todavía más paradójico, como si alguien que no es “humano” pudiera ser persona. ¿Tendríamos que preguntarnos qué está ocurriendo en nuestra sociedad para que haya personas que se deshumanicen tan fácilmente? Es más, ¿cómo es posible que nos deshumanicemos casi sin darnos cuenta y parezca lo normal…? Como si lo humano fuera reconocer que somos débiles y nos dejamos llevar por la corrupción, por el egoísmo o por el consumismo que degrada el medio ambiente aun cuando sabes que eso está poniendo en peligro el futuro de la humanidad. Por otro lado a veces preferimos no decir tan claramente que hay personas que son “menos humanas” pero actuamos como si así fuera cuando no somos capaces de reconocer que otros tienen los mismos derechos que nosotros o caemos en la sutil tentación de pensar que nuestra vida es más valiosa que la de otros y ha de ser mejor cuidada. La acogida de la multitud de refugiados que llaman a las puertas de Europa huyendo de la violencia es un verdadero desafío para nuestra “humanidad”.

Los últimos atentados terroristas en el mundo son también un ejemplo de esa deshumanización. Que haya personas dispuestas a morir para que otros mueran nos lleva a la perplejidad más absoluta. Sin duda es el colmo de la deshumanización. Pero por más que rechacemos las ideologías y los fanatismos que justifican esos actos inhumanos no podemos dejar de sospechar que tienen su origen en el mismo proceso deshumanizador en el que está sumido nuestro mundo y del cual formamos parte. Dentro de poco tenemos una cita con las urnas para ejercer el hermoso derecho humano de elegir a nuestros gobernantes propio de las sociedades modernas y libres. No dejemos que la incertidumbre o la decepción nos hagan renunciar a hito en el camino de humanización. Por el contrario, acudamos a las urnas conscientes de nuestra más responsabilidad aún no solo para con nuestro país sino con el resto de la humanidad. Hoy más que nunca caemos en la cuenta de que el sistema político, económico y social en el que vivimos supera todas fronteras y que los gobiernos elegidos en cual lugar del mundo tienen implicaciones en la política global. Durante este nuevo año tendremos la oportunidad de confesar nuestra complicidad con esas tendencias deshumanizadoras, tomar conciencia de la urgencia de cambiar nuestro estilo de vida y dejarnos sanar por el Amor Misericordioso de Dios que tampoco reconoce fronteras.

Afortunadamente la humanidad es una condición irrenunciable que no puede desaparecer ni siquiera del corazón de un terrorista suicida o de los familiares de sus víctimas. Por eso hay personas capaces de decirles: “Podéis quitarme la vida de mi esposa… pero ¡no tendréis mi odio!”. Por eso aunque la tentación del ojo por ojo es fácil muchos tenemos la seguridad de que la guerra nunca es la solución para la seguridad y que la única forma de llegar a la paz es por el camino de la paz; una paz que solo puede brotar de la justicia y de la misericordia.

Nuestra humanidad es indudablemente un gran misterio quizá tan grande y hermoso como el misterio de Dios. Yo no dejo de asombrarme ante el gran abismo de ese misterio: mientras algunas personas están dispuestas a quitarse la vida para quitarles la vida a otros, hay quienes están dispuestos a vivir para dar la vida a otros. En Navidad celebramos el nacimiento de Jesús: el misterio de ese ser tan humano que era divino, porque vivió para dar vida a otros. Y eso lo podemos celebrar porque desde entonces tenemos la absoluta certeza de que el hombre puede ser plenamente humano y que la humanidad tiene futuro. Celebramos la Navidad porque con el nacimiento de Jesús comenzó una nueva etapa de humanización en la que han participado millones de personas que han vivido como El para hacer un mundo más humano.

Este año celebraremos la Navidad en nuestra Parroquia de Santa Marta porque hay muchas personas que colaboran activamente en ese proceso de humanización animando la vida espiritual de la gente, educando para la paz a los niños, visitando a los enfermos, ayudando a las familias de escasos recursos y animando a los adolescentes y a los jóvenes para que se comprometan con un mundo mejor. Felicidades a todos los que estáis participando en este hermoso proceso de engendrar y gestar el hombre y la mujer nuevos en las entrañas misericordiosas de una iglesia en asamblea que como María de Nazaret ha aceptado ser protagonista de este adviento de la historia. Felicidades a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que colaboráis para hacer posible el nacimiento de una humanidad plena.

¡Qué el Niño Dios bendiga vuestros hogares y que todos los pueblos vean la salvación! ¡Feliz Navidad a todos!

Jesús Alonso